Para empezar, soy un enamorado de las finanzas. Siempre me atrajo el mundo bancario.
Los sábados, comiendo en familia, escuchaba fascinado a los mayores hablar de créditos, plazos y acciones.
Y luego entra el factor suerte.
En los exámenes de fin de carrera me dieron un papel de academia que “preparaba oposiciones para Cajas de Ahorro”.
Sí. Por entonces, en las cajas se entraba opositando y como el periódico dominical era el mejor portal de empleo, lo empecé a comprar desde que terminé la universidad.
Por fin, apareció un anuncio de unas pruebas para una caja. No daban más pistas.
Envíe el CV en papel, en un sobre con sello y esperé.
Pasaron las semanas…
… Y llegó: una prueba en Zaragoza, un sábado por la mañana, en un mes.
Era IberCaja.
“¿1 mes? Jod3r”. Muchos estudiaban un temario concreto y yo ni sabía qué había que prepararse.
No había nada que perder.
Nunca había pisado Zaragoza y mis ahorros trabajando en verano en una gasolinera los acababa de invertir en un coche.
Pero, no había nada que perder. Así que sí, allí fui. Toda la mañana de un sábado en Zaragoza.
Me llamaron: “Enhorabuena. Has pasado”. Luego las entrevistas y, finalmente, firmé el contrato y me dieron mi primer destino:
Banca de Empresas en Madrid, donde iban los mejores perfiles.
Y a los pocos meses me llamaron de Riesgos de Empresas (sí, los que tienen las llaves de la caja fuerte para prestar dinero).
Pasaron los años.
7 años como analista de riesgos de empresas.
Y como era ambicioso y la promoción allí era muy lenta me puse en el mercado.
De ahí a CCM que en esa época crecía a doble dígito todos los años.
Ya se sabe lo que pasa con esas tasas de crecimiento tan elevadas…
Pero ya era tarde, por lo que tuvo que venir el Banco de España a poner orden.
Ahí me encomendaron los 3 administradores que nombró el Gobierno liderar las refinanciación de grupos inmobiliarios con exposición superior a €50M.
Y la CCM se la quedó CajAstur mediante un esquema de protección de activos (EPA) que era una suerte de sistema para evitar trasladar pérdidas de la caja comprada a la caja que compró.
Pero el mundo financiero continuaba desmoronándose.
Y en esa época se pensaba que si se juntaban varias cajas el resultado sería un ente más solvente.
En mi caso estuve en el proceso de fusión de CCM, CajAstur, Caja Cantabria, Caja Extremadura y la CAM.
Pero la CAM tenía una dimensión y casuísticas muy particulares, por lo que se sacó de la ecuación.
Tan solvente era el proyecto de fusión entre las distintas cajas que lideré un equipo de riesgos de situaciones especiales -que es la forma elegante de llamarle a las refinanciaciones- para intentar ordenar el tsunami que se nos venía encima.
Y casi en paralelo se fundó el Sareb para estas cajas pudieran “desaguar” tanto los activos adjudicados (en esa época eran pocos todavía) como los préstamos vinculados al sector inmobiliario de toda esa amalgama de 50 cajas que se habían ido agrupando para ganar tamaño.
A esta parte del Sareb le dedicaré posts específicos.
Luego el regulador obligó a pasar a estos entes a bancos y que cotizaran, por lo que la fusión de las cajas manchega, asturiana, cántabra y extremeña fue el germen de Liberbank.
Aquí los primeros años, en la parte de Riesgos, continuamos con las refis pero el ciclo empezó a cambiar, por lo que la concesión de nuevo crédito empezó a fluir.
Éramos un banco pequeño con las ventajas y desventajas que ello tiene: puede estudiar los proyectos de inversión con mayor cercanía pero no te puedes equivocar.
Como en el sistema financiero el tamaño sí que importa, en verano de 2021 se cerró la fusión Unicaja-Liberbank.
No voy a entrar en el tema de gobernanza que se ha manoseado tantas vences en prensa. Me centro en la parte práctica: Unicaja lideraría la parte de riesgos y Liberbank la parte de negocio.
Y surgió un nuevo reto, después de 21 años en riesgos, liderar el negocio de empresas de la territorial de mayor tamaño del nuevo banco.
Algo más de 2 años duró esta etapa.
Y ahora se abre otra y me estás leyendo.